El cruce de esas extrañas miradas, sin duda, está presente en estados dos obras que hoy nos encuentan. Y lo hacen para contarnos de un misterio y de una fantasía en sus letras, que convirtieron a este autor, nacido en el antiguo territorio de Prusia Oriental, en uno de los máximos exponentes del romanticismo negro alemán.
El Cascanueces y el Rey de los Ratones y el Hombre de Arena, fueron publicados en 1816 y 1817, respectivamente.
Fueron años, como la mayor para de su corta vida, divididos entre la actividad jurídica, la cual había heredado de su familia, y su entrega por el arte, donde encontraba en la literatura, la pintura, el dibujo y, sobre todo, en la música y la composición, su verdadero motor.
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